El 24 de marzo conmemoramos el Día
Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, por ser el aniversario
del golpe cívico-militar del año 1976, una de las épocas más oscuras de nuestra
historia.
Una de las
principales armas que utilizó el golpe de Estado de 1976 para derribar toda
idea contraria al régimen fue un mecanismo de censura en la cultura que se
reflejó en persecuciones y torturas a autores, prohibiciones de libros y
canciones; editoriales cerradas y bibliotecas vaciadas. Desde los mandos
militares se pensaba que una de las principales formas de vencer a quienes
consideraban enemigos, era instalar un plan de control allí donde se forjaran
las ideas. Esa ambición de acallar a toda una sociedad también se dejó ver en
la literatura infantil y juvenil. El siguiente cuento fue censurado y prohibido
en 1977:
Caso Gaspar - Elsa Bornemann
Aburrido de
recorrer la ciudad con su valija a cuestas para vender —por lo menos— doce
manteles diarios, harto de gastar suelas, cansado de usar los pies, Gaspar
decidió caminar sobre las manos. Desde ese momento, todos los feriados del mes
se los pasó encerrado en el altillo de su casa, practicando posturas frente al
espejo. Al principio, le costó bastante esfuerzo mantenerse en equilibrio con
las piernas para arriba, pero al cabo de reiteradas pruebas el buen muchacho
logró marchar del revés con asombrosa habilidad. Una vez conseguido esto,
dedicó todo su empeño para desplazarse sosteniendo la valija con cualquiera de
sus pies descalzos. Pronto pudo hacerlo y su destreza lo alentó.
—¡Desde hoy, basta
de zapatos! ¡Saldré a vender mis manteles caminando sobre las manos! —exclamó
Gaspar una mañana, mientras desayunaba. Y —dicho y hecho— se dispuso a iniciar
esa jornada de trabajo andando sobre las manos.
Su vecina barría la
vereda cuando lo vio salir. Gaspar la saludó al pasar, quitándose
caballerosamente la galera: —Buenos días, doña Ramona. ¿Qué tal los canarios?
Pero como la señora
permaneció boquiabierta, el muchacho volvió a colocarse la galera y dobló la
esquina. Para no fatigarse, colgaba un rato de su pie izquierdo y otro del
derecho la valija con los manteles, mientras hacía complicadas contorsiones a
fin de alcanzar los timbres de las casas sin ponerse de pie.
Lamentablemente, a
pesar de su entusiasmo, esa mañana no vendió ni siquiera un mantel. ¡Ninguna
persona confiaba en ese vendedor domiciliario que se presentaba caminando sobre
las manos!
—Me rechazan porque
soy el primero que se atreve a cambiar la costumbre de marchar sobre las
piernas... Si supieran qué distinto se ve el mundo de esta manera, me
imitarían...Paciencia... Ya impondré la moda de caminar sobre las manos...
—pensó Gaspar, y se aprestó a cruzar una amplia avenida.
Nunca lo hubiera
hecho: ya era el mediodía... los autos circulaban casi pegados unos contra
otros. Cientos de personas transitaban apuradas de aquí para allá.
—¡Cuidado! ¡Un loco
suelto! —gritaron a coro al ver a Gaspar. El muchacho las escuchó divertido y
siguió atravesando la avenida sobre sus manos, lo más campante.
—¿Loco yo? Bah,
opiniones...
Pero la gente se
aglomeró de inmediato a su alrededor y los vehículos lo aturdieron con sus
bocinazos, tratando de deshacer el atascamiento que había provocado con su
singular manera de caminar. En un instante, tres vigilantes lo rodearon.
—Está detenido
—aseguró uno de ellos, tomándolo de las rodillas, mientras los otros dos se
comunicaban por radioteléfono con el Departamento Central de Policía. ¡Pobre
Gaspar! Un camión celular lo condujo a la comisaría más próxima, y allí fue
interrogado por innumerables policías:
—¿Por qué camina
con las manos? ¡Es muy sospechoso! ¿Qué oculta en esos guantes? ¡Confiese!
¡Hable!
Ese día, los
ladrones de la ciudad asaltaron los bancos con absoluta tranquilidad: toda la
policía estaba ocupadísima con el "Caso Gaspar—sujeto sospechoso que
marcha sobre las manos".
A pesar de que no
sabía qué hacer para salir de esa difícil situación, el muchacho mantenía la
calma y —¡sorprendente!— continuaba haciendo equilibrio sobre sus manos ante la
furiosa mirada de tantos vigilantes. Finalmente se le ocurrió preguntar:
—¿Está prohibido
caminar sobre las manos?
El jefe de policía
tragó saliva y le repitió la pregunta al comisario número 1, el comisario
número 1 se la transmitió al número 2, el número 2 al número 3, el número 3 al
número 4... En un momento, todo el Departamento Central de Policía se
preguntaba: ¿ESTÁ PROHIBIDO CAMINAR SOBRE LAS MANOS? Y por más que buscaron en
pilas de libros durante varias horas, esa prohibición no apareció. No, señor.
¡No existía ninguna ley que prohibiera marchar sobre las manos ni tampoco otra
que obligara a usar exclusivamente los pies!
Así fue como Gaspar
recobró la libertad de hacer lo que se le antojara, siempre que no molestara a
los demás con su conducta. Radiante, volvió a salir a la calle andando sobre
las manos. Y por la calle debe encontrarse en este momento, con sus guantes, su
galera y su valija, ofreciendo manteles a domicilio... ¡Y caminando sobre las
manos!
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